“La buena arquitectura siempre cuida del hombre, sobre todo en momentos tan duros”, reflexiona Carlos Lamela en ‘ABC’
En estos días tan complicados, nuevos e inciertos, la arquitectura ha reivindicado su valor. A la vez que se ponía en evidencia la fragilidad del hombre. Un olvido con consecuencias profundas. “El ser humano, y más aún el urbano, había llegado a interiorizar un nivel de autoestima y autocomplacencia excesivo, creyéndose casi invencible y con capacidad de atajar mediante las herramientas del progreso tecnológico cualquier situación adversa, pensando que disponía de una auténtica ‘patente de corso”, observa el presidente de Estudio Lamela en un diálogo con el periódico ABC.
Esa necesaria ‘humildad’ es el nuevo lugar de partida. Habrá espacios novedosos y otros que permanezcan inalterados. El concepto de tenencia de la vivienda en propiedad no va a verse afectado. Al contrario. Ni tampoco se detendrá el proceso de macrourbanización en el que la sociedad lleva inmersa desde hace un siglo. Habrá, claro, cambios sostiene Carlos Lamela. “La población va a desplazarse menos y el turismo se verá muy afectado. Y posiblemente se dé prioridad a las inversiones relacionadas con la salud y toda la industria auxiliar”.
Otras transformaciones serán mucho más personales, llegarán desde dentro del propio individuo. En el confinamiento, las personas han aprendido el valor y la importancia de los espacios que habitan. No son lugares donde se “está” sino donde se desarrolla la vida. “Nuestras viviendas se han transformado en nuestro espacio vital durante semanas, y su calidad espacial, su distribución, sus espacios y vistas exteriores (cuando las hay) se han convertido en algo fundamental para sobrellevar esta situación”, apunta Lamela en ABC. Y deja una mirada que quizá se había perdido con la premura y la ansiedad de los días y del presente. “La buena arquitectura siempre cuida del hombre y su valor es fundamental en momentos tan duros”, zanja.